El origen de nuestro Estatuto de Autonomía
Hace 40 años que Castilla-La Mancha comenzó a escribir su historia. Gran parte de lo que ahora somos como región comenzó a tomar forma cuando el 21 de julio de 1981 se reunió en el Parador de Manzanares la Asamblea Mixta encargada de comenzar la redacción del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. Con la aprobación del primer borrador comenzaba un proceso clave para convertirnos en la comunidad autónoma que somos y que nació con la firme determinación de no querer ser más que otros territorios, pero tampoco consentir ser menos; con la igualdad como bandera y con el compromiso de avanzar en derechos, libertades, servicios y oportunidades.
El Estatuto de Autonomía lo alumbró la Asamblea Mixta, el más directo antecedente de las Cortes regionales y que se constituirían como tales en mayo de 1983, tras las primeras elecciones autonómicas. Antes, este otro foro constituyente lo integraron 161 miembros, de los cuales 41 eran parlamentarios nacionales y 120 diputados provinciales. A la reunión de Manzanares asistieron 118, que eligieron una Mesa de cinco miembros encargada de dirigir este proceso, con una ponencia que durante varias semanas debatió las enmiendas y se encargó de trasladar el texto del proyecto de Estatuto que sería aprobado el 3 de diciembre en Alarcón y remitido a continuación al Congreso de los Diputados para su correspondiente tramitación como Ley Orgánica, un proceso que culminó en agosto, con su entrada en vigor definitiva.
Este procedimiento era consecuencia directa de la recién nacida Constitución, que en sus artículos 146 y 147 marcaba el camino. Las ‘comunidades históricas’ ya habían completado el itinerario, mientras que otros territorios como el nuestro habían ido aplazando los pasos. Como dijo entonces José Bono, quien muy pronto se convertiría en el primer presidente electo de la Junta de Comunidades, el Estatuto de Autonomía no venía a “colmar” un clamor de la ciudadanía sino a “cubrir una necesidad en el nuevo Estado” democrático español.
La localidad ciudadrealeña en la que comenzó esta andadura prestaría su nombre al proyecto que la prensa bautizó por aquellos días como el ‘Estatuto de Manzanares’. No fue un proceso fácil, pero las vicisitudes -los puntos de vista alternativos, los desacuerdos en asuntos a veces notables o las lógicas controversias en las negociaciones- fueron superados mediante los mecanismos recién estrenados de la democracia. Lo que por encima de todos estos detalles coyunturales nos queda ahora, cuatro décadas después, y lo que celebramos con agradecimiento hacia aquellas figuras que los protagonizaron, es el esfuerzo conjunto por levantar un proyecto en común que ha propiciado la etapa de mayor progreso y convivencia para la ciudadanía de los territorios que libremente decidimos conformar Castilla-La Mancha.
Desde su primer latido en el corazón de nuestro país, Castilla-La Mancha ha hecho de la diversidad virtud y de los anhelos de igualdad y progreso, su razón de ser. Por encima del lento pero efectivo sentimiento de identidad regional que vamos adquiriendo, el mejor balance de estos cuarenta años de aventura autonómica lo constituyen la enorme transformación que han experimentado en todo este tiempo nuestras ciudades y pueblos, la modernidad que ha alcanzado la sociedad, la transformación hacia una economía mucho más robusta y competitiva y los derechos y libertades de los que ahora gozan sus vecinos y sus vecinas.
Quiero poner el acento en este empeño por vivir en comunidad, en la mirada al frente. En 1981 nacía una región que no lo era como tal y que, por tanto, carecía de sentimiento regional. Hoy, gracias a este empeño compartido, se ha consolidado como una realidad indiscutible y sin vuelta atrás. Por eso desde las Cortes regionales queremos celebrar el cuarenta aniversario de esta trayectoria juntos y juntas, como un acto de agradecimiento a quienes tomaron entonces la iniciativa y como un instrumento de desarrollo al servicio de una España mejor dentro de una Europa más sólida y cohesionada.
La enorme relevancia de lo que estaba en juego en Manzanares aquel 21 de julio quedó expresada con toda la fuerza del momento histórico en las palabras de Blas Camacho, uno de los políticos que entonces defendió la necesidad de sacar adelante este proyecto, cuando dijo que no quería que nuestra tierra perdiese otra vez el tren de la historia. Hoy podemos decir que lo consiguieron y que, en consecuencia, lo conseguimos.
La redacción del Estatuto de Autonomía supuso la primera línea del relato que empezaron a escribir aquellos hombres y mujeres que, con sensibilidades muy diferentes pero con unidad y espíritu de concordia, se marcaron como objetivo común sentar las bases de lo que es Castilla-La Mancha. 40 años después, el mejor homenaje que podemos hacerles es trabajar con unidad para mejorar su obra, incorporando nuevos derechos, libertades y servicios y poniéndonos a disposición de la ciudadanía castellanomanchega.
Pablo Bellido, presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha